EL BELÉN DE ESTEBAN Y LUCÍA

             El señor Esteban Alonso Sanz (*Pedrajas, 1930) y su mujer, la señora Lucía Viloria Muñoz (*Pedrajas, 1931), tienen su casa en la Carretera de Alcazarén, aunque hacen la vida en la parte de atrás, que da a la calle Revilla, más tranquila, ancha y luminosa. Aquí, en la calle Revilla, en un local antes destinado a ferretería, Esteban y Lucía colocan cada año su tradicional belén.

             Lo pusieron por vez primera dentro de la casa, hace unos 50 años. Conservan todavía esas primeras figuras, hechas en Valencia, de barro cocido y pintado, que también ponen en el actual belén. Eran iguales a las que vendían en su ferretería. Durante algunos años pusieron el belén en el escaparate de la ferretería, que daba a la Carretera de Alcazarén. Sin embargo, tuvieron que dejar de hacerlo por el peligro de que algún coche atropellara a los niños que gustaban de ir a verlo. Donde lo colocan ahora, con escaparate abierto a la calle Revilla, no podían instalarlo por estar dedicado al negocio de la ferretería.

            En 1994, al jubilarse y cerrar la ferretería, decidieron pasar el belén al escaparate de la calle Revilla, mucho más grande y vistoso. Desde entonces han ido aumentándolo con figuras nuevas, en su mayor parte de alabastro, compradas sin pintar, labor que luego hace su nuera, Rosa Velasco. También han comprado otras figuras, acabadas del todo.

            Les pregunto que cuántas figuras tiene su belén y no saben decirme con exactitud. El año que viene las contarán, hasta ahora no se les había ocurrido. Las más señaladas forman parte de los cuatro misterios misterios: El primero y principal, con el pesebre y el Niño, José y María, la mula y el buey.  El segundo, el castillo del rey Herodes. El tercero, la Anunciación del ángel a los pastores. El cuarto, la huida a Egipto.

            Entre los restantes grupos, podemos destacar a las lavanderas, a imitación de las balsas de Sacedón, con la ropa tendida en la pradera; San Isidro Labrador arando en la huerta, con las vacas; San José trabajando en la carpintería. A ellos hay que añadir los grupos tradicionales: el palomar de estilo castellano, el gallinero, la matanza, la castañera, el taller del zapatero, dos posadas, dos panaderías, un mercadillo, árboles con nidos, etc. Y no podía faltar “el cagón”, que colocan cada año en un sitio diferente. La gracia está en buscarlo y encontrarlo, algo que encanta a los niños que suelen acudir a ver el belén.

            Las figuras se colocan sobre musgo, recogido en la ribera del río Eresma. Otro adorno propio de Pedrajas son “las piedras de caragato”, recogidas en las laderas del Monte. Gran parte del éxito del belén radica en las casas y edificios, las posadas y las viviendas, la cueva de la Virgen, que Esteban ha ido haciendo a mano, con madera, ya que fue carpintero. Sólo en realizar el castillo de Herodes se tiró unos tres meses. En algunas escenas se emplean medios mecánicos: el agua del río, que corre mediante un circuito cerrado; los molinos de viento; la panadería, en que se mueve el brazo del panadero, en ademán de meter y sacar del horno la pala de madera con el pan. A lo largo del año son muchos los ratos perdidos que ha dedicado, y sigue dedicando, a ir elaborando nuevos elementos para el belén. Algo que espera seguir realizando durante muchos años más, siempre con la ilusión del primer día.

 

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA VIDA DE ESTEBAN

 

            Aprovechando la sencilla entrevista que hemos hecho a Esteban y Lucía en relación con su famoso belén, hemos tomado algunas notas sobre la vida de Esteban. Acudió poco a la escuela, con don Justi, recientemente fallecido. En su casa eran muchos hermanos y a todos les tocó empezar a trabajar siendo niños. A los ocho años de edad, Esteban entró a trabajar como criado personal de Don Pepe Bocos, una de las personas más ricas e influyentes de Pedrajas. En esa misma casa habían trabajado anteriormente su madre, la señora Matilde Sanz González, como cocinera, y su padre, el señor Juan Alonso Sacristán, como hortelano. Él fue quien se encargó de poner en cultivo la famosa “huerta de don Pepe”, a medio camino entre Pedrajas y Sacedón. También fue buen segador y piñero, “un hombre muy valiente”, en palabras de su hijo.

            Esteban estaba al servicio personal de don Pepe, era su mozo de compañía. Le acompañaba a todos los lados, en una serré, un coche tirado por un caballo. Él enganchaba la serré, pero conducía don Pepe. Le acompañaba a cazar a su finca de Castrejón, junto al río Eresma, con la escopeta y “los bichos”, nombre dado a los hurones, que Esteban llevaba metidos en un cajón de madera. La casa de don Pepe estaba situada en la calle Real Nueva, asomando ya a la Plazuela. Le pagaban cuatro pesetas al día de jornal, lo mismo que otros chicos de su edad, pero a éstos les costaba mucho más esfuerzo ganarlas, arrancando gramas, por ejemplo, en las tierras.

 

            Se fue haciendo mayor y era necesario llevar un mayor jornal a casa. Por eso abandonó el servicio de don Pepe a los 14 años y entró a trabajar en la fábrica de pinturas de la Resinera. Allí pasó unos cuatro años. El resto de su vida trabajó como carpintero, primero en el taller del señor Miguel Fernández, luego en el del señor Gaspar Sanz y finalmente para una señora de Íscar conocida como la Cuadrillera. Eran los tiempos en que empezaban a fabricarse las primeras puertas chapadas de ocume. A la vez que trabajaba en ese último taller, abrió la ferretería de la calle Revilla, trabajo al que se dedicó hasta llegar el momento de su jubilación, en 1994. Por esta última dedicación es conocido en Pedrajas como Esteban, el ferretero.

 

Carlos Arranz Santos

Pedrajas de San Esteban, 24 de diciembre de 2007.