CARMEN GARCÍA ATOCHA

CARMEN GARCÍA ATOCHA: 

CIEN AÑOS DE MI VIDA

CARMEN GARCÍA ATOCHA - 
UN SIGLO DE VIDA (1910-2010)

1. INFANCIA Y JUVENTUD

Nací el día 16 de julio de 1910 en Ciruelos de Cervera, un pueblecito de la provincia de Burgos en el que mi madre, doña Florencia Atocha Fernández, ejercía de maestra. En mi pueblo vivimos poco tiempo, menos de un año, así que no recuerdo nada de él. Nunca había vuelto hasta hace poco tiempo, que me llevó uno de mis hijos.

De Ciruelos nos trasladamos hasta Javiña (La Coruña), pues mi madre había aprobado las oposiciones. Tampoco estuvimos mucho tiempo allí. El siguiente destino de mi madre, y de la familia, fue Villavicencio de los Caballeros, al norte de la provincia de Valladolid, donde permanecimos cinco años. Desde allí nos vinimos a Pedrajas. Era el año 1921, tenía yo 11 años recién cumplidos. Me acuerdo que llegamos el día de San Esteban, que no sabíamos que era fiesta y nos encontramos con la música en la Plaza.

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Mi madre había estado antes de maestra en Fuente Olmedo, muy cerca de Pedrajas. Allí conoció a mi padre, Rafael García Pérez, que era labrador. Se casaron en Segovia, ya que mi abuelo materno, llamado Bernardo Atocha, estaba destinado en esa ciudad como militar. Era andaluz, de Sevilla, creo. Su mujer, mi abuela, se llamaba Cecilia Fernández, era gallega. Un contraste muy grande –decía ella- casarse una gallega con un andaluz. Mi padre y mi madre, al casarse, estaban viudos. Llevaron un hijo cada uno al matrimonio: mi madre, una hija llamada María, que se casó con un militar y vivió en Badajoz y Canarias; mi padre, un hijo llamado Teodoro Ursicino, que emigró a Montevideo y nunca regresó a España.

Mi padre, como ya he dicho, era labrador, pero mi madre le dijo que naranjas de la China, que no se iba a quedar a vivir en Fuente Olmedo. Así que mi padre ayudaba a mi madre en la escuela de Pedrajas: enseñaba a las niñas más pequeñas canciones religiosas y el catón, las primeras letras y los inicios de la escritura. Y es que mi madre no podía con todo, que entonces llegó a tener hasta cien niñas en la escuela. Era ella sola la maestra de todas las niñas, luego ya vino doña Rosario y otras.

En Pedrajas, yo iba a la escuela con mi madre, como todas las niñas. Entonces la escuela estaba en la planta baja del Ayuntamiento, en la esquina de la parte de allá, que se medio hundió y hubo que arreglarla. Recuerdo que jugábamos a la comba y a los chinos.

Siendo ya una moza, mi madre tenía en casa como criada a la Mercedes, que luego se casó con Quintín Merino. De mi casa salió para casarse. Mercedes, que era un poco mayor, y yo, nos escapábamos alguna vez al baile las dos. Íbamos al salón de baile del señor Severiano, en la Plaza Mayor, que era algo más grande que el de la tía Isidra, situado en la calle Real Nueva. Cuando llegaba el santo de alguna de las amigas, le decíamos al señor Severiano que si nos dejaba la manilla, es decir, el pianillo, y lo celebrábamos allí. Otras veces bailábamos en la Plaza, que nos cobraba 10 céntimos a la pareja. Mis mejores amigas eran las hermanas Juana y Felisa Catalina.

A mí siempre me ha gustado mucho la costura, he sido modista, he cosido mucho para quien me mandaba. Aprendí a coser un poco con la Mercedes, en casa; luego con la señora Teófila Vela, mujer de Germán Román, que vivía en la calle Real Vieja, aquí enfrente. También aprendí en Badajoz, con mi hermana María, mientras estuvo allí.

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2. UNA FAMILIA NUMEROSA

Eusebio y yo nos casamos en la iglesia de Pedrajas el día 24 de octubre del año 1934. Al año siguiente nació nuestro primer hijo, llamado José Antonio, que murió enseguida. Un año después vino al mundo el segundo, al que pusimos el mismo nombre, pero también se nos fue. Luego, fueron naciendo diez más, los que ahora viven: Paco, Josele, Toñín, Maribel, Mª del Carmen, Genoveva, Candelas, Eusebio, Luis y Celia.

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Eusebio al principio era labrador, en renta debía de ser. Años después pusimos una tienda de tejidos en una casa de la Plazuela de la Iglesia. Yo tenía un tío en Burgos, que se dedicaba a la venta de tejidos, y fue el que nos enseñó el oficio. Pero se vendía poco, así que ampliamos el negocio con tienda de ultramarinos y carnicería. Además de criar a los hijos, me tocaba despachar en la tienda. También teníamos un gallinero junto a la calle Santa Ana, que daba por detrás a las escuelas de los Patios. Al lado del gallinero había unas tierras en las que pusimos un huerto unos años. Eusebio era además sacristán, tocaba las campanas todos los días, al amanecer, también tocaba el armonio en la tribuna y cantaba la misa…

Uno de los acontecimientos que mejor recuerdo fue el pedrisco de 1952. Empezó por la tarde, después de comer, se presentó la nubecita famosa por encima de la cuesta Táñago. Tiraba como a roja, era un columpio, lo mismo iba que venía; el ruido de la nube era espantoso, decían que no podía pasar la cuesta Táñago. Recordarlo es bonito, pero pasarlo... Vivíamos entonces en la calle Real Nueva, donde ahora tiene la casa mi hijo Paco. Me faltaban dos chicos y no sabíamos dónde estaban, nos figurábamos que en casa de la señora Leo, la mujer de Matías. Se fue Eusebio a buscarles y allí estaban. La primera piedra que cayó no le escalabró de milagro. Murieron dos cigüeñas. Mis hijos lo vieron porque estaban donde la señora Leo, frente a la iglesia.

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La gente se refugió en la iglesia. Vino don Victoriano a buscar a Eusebio, que era sacristán. No hubo desgracias, algún chichón. Los chicos durmieron en la casa del señor cura, arriba los pequeños, abajo en la Gloria los mayores. Nosotros, por la noche, pusimos un cacho de techo para poder dormir, teníamos un piano y a media noche escuchamos un gran ruido ¡ruuummmm!

-Eusebio, que se hunde la casa.

Otra vez ¡ruuuuumm!

Era una gallina que se había metido en el piano por detrás, se había enganchado, estaba medio muerta y tocaba sin querer.

Al día siguiente fuimos a ver una tierra que teníamos sembrada de garbanzos; de las piedras caídas, estaba toda llena de hoyos, del tamaño de naranjas. En la calle Real Nueva, los vecinos tiraban todas las tejas rotas de los tejados al centro de la calle, que parecía un gran montón de grano, a la larga. Vino un perito y decía que cómo era posible que hubiera pasado eso. Le respondió Amancio, el alcalde: "A ver si se cree que hemos echado una piara de cabras al tejado".

Durante unos cinco años Eusebio fue alcalde de Pedrajas, pero ahí no pinté yo nada. Bueno, íbamos a los toros, pero de comidas y cosas de ésas no disfrutamos de nada. Eso sí, en aquel tiempo, como vivíamos a la entrada de la calle Real Nueva, veíamos todo lo que pasaba en la Plaza por San Agustín y en otras fiestas. Me acuerdo que una vez se cayó un niño al pozo que había en la Plaza, un pozo muy estrechito. Menudo alboroto se preparó, le sacaron creo que con una soga.

Siendo alcalde Eusebio, el acontecimiento más importante fue la Coronación de la Virgen de Sacedón, en mayo de 1958. Ese mismo año, al poco tiempo, fuimos los dos padrinos de confirmación de los niños y niñas. Entonces era costumbre que fueran padrinos el alcalde del pueblo y su mujer.

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3. MI VIDA ACTUALMENTE

00Portada_Carmen Garcia.jpg (282589 bytes)Mi vida actualmente es la normal, de la casa. No madrugo mucho, pero tampoco me levanto tarde, no me dejan. Si puedo echar una mano, la echo. Coso para los de casa, me encanta coser. Mi gran afición ha sido siempre coser. La tele me resulta pesada, ponen muchas tonterías. De la vida en estos tiempos me sorprenden mucho las burradas que están pasando, las mujeres que están matando. Eso no ha pasado nunca, me da rabia que no lo puedan corregir.

Nunca esperé llegar a los cien años, con tantas fatigas como hemos pasado. Siento una gran satisfacción y mucho orgullo, un santo orgullo. No me puedo quejar de la vida que me ha tocado. He tenido que trabajar mucho, con tantos hijos, tan seguidos. De salud, para tener cien años, estoy bastante bien. Toda la vida bien, gracias a Dios, por eso he tenido y criado tantos hijos. Ahora mismo, tengo 21 nietos y 13 bisnietos; los últimos bisnietos, una niña a la que han puesto mi nombre, Carmen, y un niño llamado Hugo.

El momento más difícil de mi vida, la muerte de Eusebio, hace ya más de seis años. Entre los momentos más felices, la ordenación y primera misa de mi hijo Toñín, que fueron muy emotivos.

Carmen García Atocha.

Pedrajas de San Esteban, 10 de julio de 2010.

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