Las chicas jóvenes y las mujeres no pagaban. Tampoco
los hombres casados, porque entonces no bailaban casi. La mayoría de
las veces era yo el encargado de darle al manubrio del pianillo para que
sonara. En ocasiones también abríamos el baile algún día de trabajo,
cuando se celebraba algún santo. Esos días se cobraba sólo 10
céntimos.
De labranza, teníamos una huerta en la carretera de
Villaverde. A los 12 años íbamos a llevar remolacha a Valladolid con
el carro y dos machos, mi hermano Pedro y yo. Salíamos por la mañana,
llegábamos a Valladolid para descargar en la Azucarera Santa
Victoria y dormíamos en la posada del Señor Gabriel, en la misma
Carretera de Madrid, pegando al Arco de Ladrillo. Al día siguiente
regresábamos a Pedrajas, nos tirábamos todo el día para volver.
También trabajé algún tiempo en La Dehesa para un cuñado de don
Hilario, a la labranza y en arrear a las vacas. Había vacas mansas y
bravas, envueltas, las tenían pastando en la dehesa de Doña María. Un
año las llevamos el señor Manolo, el Uve, y yo a Hontoria de
Valdearados, el pueblo de la señora Balbina, la del Majuelo, a
que pasaran allí el verano pastando. Luego el invierno lo pasaban
aquí.
Mi quinta estuvo en la mili cuando la Guerra, pero yo
me libré del servicio por corto de talla. Entonces estaba la talla en
1,40 metros. Aquí en Pedrajas me talló el que luego sería mi suegro,
el señor Felipe Sanz Soto, aunque entonces todavía no era novio de
Patro, mi mujer. Mi suegro me talló en 1 metro 40, pero luego en
Valladolid, en el mes de enero de 1936, me dieron corto de talla.
Recuerdo que corrimos los gallos en la Ronda de Santa Ana, desde donde
hoy está el restaurante de Chicote hasta el Chamberí. Después me
llamaron a filas en el año 1937, me parece, pero no llegué a
incorporarme porque tenía tres hermanos en el Frente: Seve, Pedro y
Luis. Luis murió a los 22 ó 23 años en Oviedo, ya después de la
Guerra. No le gustaba el Ejército y después de la Guerra se licenció
y volvió a Pedrajas. Trabajó una temporada en el secadero de achicoria
de Marceliano Ballesteros. Luego le volvieron a llamar al Ejército por
el levantamiento de los maquis en Asturias, y allí murió. Le trajimos
a enterrar a Pedrajas en el tren. Fuimos a verle mi madre, Seve, mi
primo Antonio Martín y yo.
En el año 1933 mi padre compró un coche de segunda
mano, descapotable, de la marca Citröen, para dar cine mudo por los
pueblos de los alrededores: Alcazarén, Mojados, Hornillos, Arrabal de
Portillo, La Fresneda... También lo poníamos en Pedrajas, en la Plaza.
Conducía el coche mi hermano Seve al principio, un año y pico; luego
ya empecé a conducirlo yo. Aprendí a conducir yo solo, por las tardes.
Después del trabajo me iba a las eras, colocaba unas piedras, y a
practicar, marcha adelante, marcha atrás. Así también enseñé
después a conducir a mis hermanos Pepe y Pedro, porque entonces no
había autoescuelas. Hasta octubre o noviembre de 1936 no saqué el
carnet de conducir, me examiné en Valladolid. El cine mudo lo dejamos
en el año 1935, cuando ya vino el cine sonoro.
A finales de ese mismo año, 1935, mi padre compró
un coche a unos parientes de Bilbao, de la marca Hupmobile, extranjero,
de ocho cilindros, para taxi. ¡Era una fiera! Mi padre no conducía,
porque no sabía, lo hacía yo. Realizábamos viajes de encargo, adonde
fuera. Al año siguiente, en el verano de 1936, compramos otro coche de
segunda mano, para taxi, un Chenard Walhier, francés, de 9 plazas, con
el que estuve 25 años. Como se estropeó la carrocería que tenía, que
era de madera, mandé hacer una nueva en Íscar, y desde entonces la
gente empezó a llamar al coche "la rubia de Paco". En verano,
con el calor, la madera de la carrocería hacía mucho ruido, y había
que mojarla para que ajustaran bien las piezas y no se movieran.
A partir de la Guerra empecé a ir muchos días a
Valladolid con viajeros. Ya había coche de línea desde Íscar a
Valladolid, de Cabrero, que paraba en Pedrajas, en la carretera de
Alcazarén, en casa del señor Julián Martín, el Alemán. Al Rojo
(Cabrero), no le gustó mucho, pero yo pagaba mis impuestos, tenía mi
tarjeta para llevar viajeros. No iba todos los días, pues si surgía un
viaje para otro sitio, me iba. Salíamos de Pedrajas por la mañana, a
eso de las 9, no tenía una hora fija, al principio de la Plaza, del bar
de mi padre, luego de la casa de mi suegro, en la calle Real Nueva.
Tampoco había una hora fija de regreso, que a veces había que esperar
a algunos que estaban a los médicos. Otros se templaban... y también
había que andar esperándoles.
En Valladolid el coche tenía varios sitios para
parar. Al principio, durante unos dos años, estuve haciéndolo en el
parador de Porta Celi, en la calle Teresa Gil. De allí me trasladé a
la calle Perú, al bar Puerta del Sol, por lo menos 12 ó 14
años. El dueño del bar se trasladó a la calle José María Lacort, y
allí nos fuimos nosotros, a un bar que también se llamaba Puerta
del Sol. Lo mismo sucedió después y nos movimos a la calle López
Gómez, a un bar del mismo nombre, donde estuve hasta que me jubilé a
los 65 años, en el 1979. Tiempo después, este bar volvió a cambiar de
lugar, a la calle Santuario, con el nombre de Forum, que es el que ahora
lleva.
En estos bares en los que yo paraba, comía yo y
muchos de los pedrajeros que viajaban conmigo. En Valladolid realizaba
encargos para la gente del pueblo, traía y llevaba paquetes. Durante
algunos años, cuando estaba en muy mal estado la carretera de Pedrajas
a Alcazarén, iba a Valladolid por la carretera de Olmedo y, antes de
bajar la cuesta del río, cogía la cañada y camino de Valviadero hasta
llegar a Alcazarén por el pinar.
Cuando llegaban las fiestas de los pueblos de
alrededor –Alcazarén, Íscar, Olmedo, Villaverde- echaba muchos
viajes a llevar y traer gente. Sobre todo a Olmedo, que es donde más
gente iba. Echaba doce o catorce viajes de ida y otros tantos de vuelta,
que entonces no pasaba por allí el coche de línea, luego sí. El
regreso era al acabar las vacas, a la una o las dos de la mañana.
Había que aguantar mucho porque muchos bebían demasiado y se ponían
muy pesados. Tomás Magdaleno, Jarrillas, echó viajes con mi
coche negro a llevar a gente a los toros a Villaverde.
A la romería del Henar también llevaba viajeros
todos los años, sólo falté uno que se me estropeó el coche. Algunos
años echaba dos viajes. Al Valle de los Caídos también fui un par de
veces. Un viaje curioso fue a Pamplona a los sanfermines, llevando a
siete de Pedrajas: Germancín Román, Quintín Martín, Ramón Sanz, el
de la Resinera, Farruco, Navarro, Paco Adanero y Agapito Román, el
Pelón. Se hicieron una foto con el traje de los sanfermines y las
típicas ristras de ajo. A Sacedón llevaba siempre a don Victoriano,
cuando tenía que decir misa. El día de la romería le llevaba por la
mañana, le traía a Pedrajas a comer, porque estaba delicado de salud,
y por la tarde le volvía a llevar a la procesión. Ese día me pagaba
el viaje la mayordoma de la Virgen. También le llevaba el primer día
de mayo, cuando se traía a la Virgen al pueblo para el novenario.
Siempre le llevaba yo a don Victoriano.
El viaje más largo lo hicimos a Lourdes. Mi hijo
Paquito estaba enfermo y fuimos a ver si se curaba, mi mujer, mi hija
Carmina, el señor Justino con su mujer, la señora Agapita, y su hija
Consuelo. Fue antes del año 1964, porque en ese año murió mi hijo.
Viajamos en un coche negro, de marca Citröen, un pato, de 7
plazas. Tuve también una DKV de color gris y un Mercedes, con el que me
jubilé. Hemos hecho otros viajes familiares, por ejemplo, un año a San
Sebastián, con el señor Melchor y la señora Petra, mi mujer y Carmina
mi hija. Otro año a Santander.
En estos momentos no me vienen a la cabeza otras
cosas para contaros. Sólo deciros que a pesar de haber estado tantos
años conduciendo, sólo una vez tuve un accidente importante. Yendo con
la Rubia desde Olmedo a Valladolid, un 19 de febrero, sábado de
carnaval, hacia el año 1954 ó 1955, nevando a todo nevar, volqué del
otro lado de la carretera, pero no me pasó nada, gracias a Dios.
Francisco Martín Adanero.
Pedrajas, 4 de octubre de 2005.