DIEZMOS Y RENTAS QUE RECIBÍA NUESTRA SEÑORA

La ermita de Sacedón tenía como rentas los diezmos de los frutos que producían los territorios de Valviadero enclavados en la margen derecha del río Eresma. Concretamente, se trataba de las huertas llamadas de El Pisón, pertenecientes al señor de Valviadero, el cual las tenía arrendadas a diferentes colonos, que unas épocas eran vecinos de Olmedo y otras de Pedrajas o Valviadero. Los diezmos —dé­cima parte de la cosecha— eran pagados en especies: trigo, cebada y centeno. A veces también hortalizas, guisantes, alga­rrobas o garbanzos. Algunos años se recogían además membrillos, producidos en la ribera del río. De todos estos diezmos se hacían seis partes: una era para la Virgen, y las otras cinco se las llevaba el cura de Pedrajas, a cuya parroquia estaba unida la ermita. Ya en 1590 hay un primer litigio contra el cura de Castrejón, que pretendió, sin éxito, recibir los diezmos de la Virgen de Sacedón.

Casa de El Pisón

En 1624, Joan de Oro, clérigo de Olmedo, promueve un pleito contra el cura de Pedrajas, ya que según él era beneficiado de la ermita, y por lo tanto tenía derecho a una parte de los diezmos. Joan de Oro mostró en el Tribunal el título que tenía como beneficiado del eremitorio y pasó a percibir la mitad de los mismos. No obstante tenía una serie de obligaciones para con la ermita, como se puede deducir en la visita de 1640, en la cual el señor visitador dice «... que le ha constado que en la ermita no se dice misa, si no es desde el día de San Juan hasta el de San Miguel, los domingos y fiestas; que la ermita ha pagado hasta ahora estas misas de la sexta parte del diezmo que le corresponde; por lo tanto mando que de aquí en adelante, dichas misas se paguen de la mitad de los diezmos de las cinco partes restantes, que era lo que mercaba el capellán Juan de Oro por decir las dichas misas; y el cura de Pedrajas quede obliga­do por la otra mitad del quinto a adminis­trar los sacramentos a los hortelanos de aquella ribera, y no permita que las misas se paguen con las rentas de la ermita, bajo pena de excomunión mayor».

En 1726 el cura de Valviadero promue­ve un nuevo litigio contra el de Pedrajas, a causa, otra vez, de los diezmos. Leamos lo que nos dicen los manuscritos:

 «... Por haber querido innovar don Juan Sanz de Quevedo, cura de Valviadero, en la per­cepción de los diezmos de los términos de Ntra. Sra. de Sacedón, que están de esta parte del río Eresma, pretendiendo tener parte en ellos, no obstante ser obispado de Segovia, y que por esta razón no podían pasar los diezmos a su cilla (panera) por ser diócesis de Avila, además de ser contra la costumbre y práctica inmemorial, sin cosa en contrario de percibir las cinco partes de seis el cura de Pedrajas y la sexta parte Ntra. Sra. Fue necesario recurrir ante el Tribunal de la ciudad de Segovia, con justificación de todo. Se mandó en conformidad de dicha costumbre diezmar los frutos en la cilla del lugar de Las Pedrajas, para que se repartieren como va dicho».

Al parecer, los territorios que tenía la Virgen alrededor de la ermita, en parte cultivados como huerta por el ventero, no estaban bien delimitados. Por cuya causa, en 1757, se manda que «... para precaver de la confusión de territorios de esta ermita y lugares confines, con asistencia del cura de Pedrajas y otro en nombre del lugar de Valviadero y lugares inmediatos se haga demarcación del territorio de esta ermita, recibiéndose sobre ello declara­ción de personas ancianas».

Entre otras pertenencias de la Virgen, podemos citar una viña en Valviadero que rentaba 2 r. (año 1584) y una tierra en Ordoño. Cobraba además la Virgen renta por las aguas de sus fuentes empleadas en regar la huerta inmediata (220 maravedís, año 1624).

A partir del año 1652 comienza a tener la ermita ganado lanar; se anotan, pues, en las cuentas diferentes gastos —esquileo, guarda del ganado— y también ingresos —venta de ganado, lanas, quesos—. El número de reses va en aumento, hasta llegar a 95 cabezas en 1735. Con el paso de los años va disminuyendo el número de reses hasta venderse todas en 1808, por­que como declara el señor cura Simón García, «... no producían a la dicha ermita utilidad alguna, ni había dado cuentas el que las cuidaba, ni arbitrio alguno para ello; atendidas todas las circunstancias y que, por otro lado instaba la necesidad de reparar la ermita, que estaba amenazando ruina, se vendieron las ovejas a quien las cuidaba, en la cantidad de 2.400 r. el año 1808, de la cual cantidad me hago cargo en las cuentas, como constaba en el decreto de venta, que no he podido unir a estas cuentas por habérseme extraviado entre otros papeles, en la retirada que, por esta villa, hicieron los enemigos franceses de resultas de la batalla de los Arapiles (Salamanca), en cuya época padecí nota­ble detrimento».

Ya anteriormente, en 1794, la ermita de Sacedón entregó 300 reales de vellón, «... con que para la guerra contra los franceses mandó contribuir el obispo de Segovia». Se trataba de cuando España estuvo aliada con otras monarquías euro­peas para luchar contra los regicidas de la Revolución Francesa. Unos años más tarde, en 1806, en la guerra de la Inde­pendencia, vuelven a destinarse las rentas de la ermita, para luchar contra el invasor.

En 1813 se anotan «... 1.410 reales, que con facultad del Sr. Obispo di en clase de empréstito a la Justicia de la villa de Pedrajas, para salir de los apuros en que se veía el pueblo, que debe reintegrarse a dicha ermita, en atención a que dichos maravedís eran de sus fondos».

A fines del siglo XVIII —época de mayor precariedad en la historia de la ermita— ya se dan años en que la imagen no recibe los tradicionales diezmos, «... debido a que los colonos han dejado incultas y eriales las tierras del expresado territorio».

 

Sin embargo, en 1776, aparecen regis­tradas por primera vez las rentas de un producto pedrajero por excelencia: las piñas. Dicen así los libros: «55 reales que valió el fruto de piña albar de Ntra. Sra.».

De esta manera, al no cultivarse las tierras que pagaban diezmos y al venderse las ovejas, los únicos ingresos para la ermita eran los de las piñas, además de todas las mandas y limosnas que recibía la Virgen tradicionalmente con ocasión de novenas y procesiones.

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